La hora llegaba oscura devorando el espíritu
Los deseos de vida menguaban entre las banalidades de ese mundo perverso
Y la sonrisa demoníaca que restringía la libertad
Mi cuerpo ardía por dentro
Y era que había una herida provocada por la desesperación
Desesperación que recordaba los días en Toscana
Aquellos días donde la muerte se apodero de mis horizontes
Esos días donde los miedo paralizaron mi corazón
De aquellos días me sobran las risas
La nostalgia recordaba la desgracia
Era la misma desesperación
Aquel sentimiento conocido de rechazar el presente
Aquella negación intrínseca de las situaciones ajenas al alma
Lo profundo de mis entrañas reaccionaron al ataque
Esta vez era distinto
Conocía de mis viejas heridas las saetas del enemigo
Jamás moriría por las mismas razones
Afortunadamente aparecieron en el horizonte
Aquellos misteriosos que recorren los caminos de mi corazón
Los que iluminan con su impresionante presencia
Sus palabras suaves trituran la piel carmesí de los ángeles vencidos
La batalla incansable, continua
Convencido de la negación de mi soledad
Ahora aparecen quienes me enseñaron algunas de las artes del vivir
Aquellos con quienes descubrí lo magnifico del universo
¡Esfera de fuego que incinera todo!
Aparece en medio de la ausencia de esperanza
En ese lugar donde los vivos están muertos
Esa esfera de fuego son las voluntades de la amistad
Los lazos solidarios que se construyen con la confianza y la sinceridad
Y continuamos en pleno eclipse
No hay comentarios:
Publicar un comentario